martes, 6 de agosto de 2013

Una nueva visión sobre el Trofeo "Zamora"



EL TROFEO “ZAMORA”: UNA REVISIÓN CRÍTICA Y UNA NUEVA PROPUESTA

            En el fútbol español, con una tradición de décadas, se han consolidado dos galardones que premian dos aspectos relevantes del juego. La excelencia en la consecución del gol es premiada con el Trofeo “Pichichi” y el éxito en la obstaculización de ese mismo objetivo, es decir, el premio al portero que encaje menos goles es bendecido con el Trofeo “Zamora”. Ambos trofeos son otorgados por el diario deportivo Marca y es la redacción del diario la que estableció, tiempo ha, los criterios que premian ambos conceptos. A veces, la contabilidad “oficial” de la Liga de Fútbol Profesional (LFP) difiere de la contabilidad del diario, con lo que se pierde la posibilidad de usar los resultados que aparecen en el diario como verdaderas estadísticas oficiales de la liga española. No obstante, hay que reconocer que esto ha pasado en contadas ocasiones y que, casi nunca, han influido realmente en los resultados finales.

            Mi intención en este artículo es revisar los criterios de concesión del Trofeo “Zamora” y evidenciar sus carencias en la correcta evaluación y mérito de los porteros, proponiendo una solución alternativa.
           
Actualmente, el Trofeo “Zamora” se concede al portero menos goleado que haya jugado más de 60 minutos en al menos 28 partidos oficiales de liga. Estos partidos reciben el nombre de partidos “computables”. El parámetro utilizado es el siguiente:

z = g/p

donde g son los goles encajados por el portero (los haya encajado en alguno de los partidos “computables” o no), y p los partidos “computables” en los que ha jugado. Este parámetro se calcula con dos cifras decimales. El portero con menor valor del parámetro z obtiene, cada temporada, el Trofeo “Zamora”.

            Un primer defecto que podríamos encontrarle al parámetro es el hecho de que al calcular solo dos cifras decimales, la posibilidad de encontrar porteros con el mismo valor de z es bastante mayor que si, por ejemplo, se calcularan tres cifras decimales, lo que llevaría a encontrarnos con dos posibles candidatos, o incluso más, para el trofeo.
            Bien es cierto que a día de hoy esa situación sólo se produjo en la temporada 92-93, en la que hubo dos “Zamora”: Liaño (Deportivo de La Coruña) y Cañizares (Celta de Vigo), lo cual evidencia tanto la importancia que podría tener el tercer decimal, como la no necesidad del mismo.

            Otro aspecto a considerar es la incoherencia interna de exigir una permanencia de, al menos, 60 minutos en el terreno de juego para que el partido pueda ser computado, para luego no considerar el tiempo en minutos que cada portero ha estado defendiendo la portería de su equipo. Sólo se computan los partidos definidos como “computables”, no los minutos. También es cierto que dada la especial posición en el campo de los porteros, éstos no suelen ser sustituidos en el partido salvo por lesión, lo que haría muy cercanos los números de minutos jugados a su equivalente de número de partidos multiplicado por 90 minutos.
            En esta línea también sorprende que sí se tengan en cuenta los goles encajados en partidos “no computables” pero luego solo se consideren los partidos “computables”.

            Estos dos aspectos comentados: cifras decimales del parámetro z y partidos “computables”, ignorando el tiempo real jugado por el portero, aparentemente distorsionan poco el resultado que se quiere calcular.

¿Y los goles encajados? Es posible que alguien piense: “ésto es lo más sencillo”. Si la pelota traspasa la línea de gol: es gol y si el portero es Fulanito, pues el gol lo ha encajado él.

Aquí tengo que disentir. Me explicaré.

En las estadísticas básicas del béisbol existe un concepto que se aplica al pitcher (lanzador) que recibe el nombre de ERA (Earned Runs Average). Su traducción comprensiva sería Media de Carreras Que Ha Permitido. Lo que mide el parámetro es el número de carreras que encaja un equipo cuando un cierto lanzador está en juego, promediado a lo largo de 9 entradas, que es lo que dura un partido. En palabras más sencillas: las carreras que encaja un equipo por partido si durante el partido siempre lanzara el mismo jugador (hecho que antiguamente era normal, pero que ahora es prácticamente imposible ver en un campo de béisbol).
La parte destacable de este parámetro es que en su cálculo se eliminan todas aquellas carreras que, a pesar de haber sido encajadas por un equipo mientras un cierto lanzador está en el juego, su obtención por el equipo rival se ha debido a elementos que están fuera del control del lanzador, como errores de los compañeros o elecciones incorrectas de los mismos en los lanzamientos a base. Este matiz es muy interesante porque, de alguna manera, “desnuda” la estadística para dejar sólo aquellos elementos genuinamente atribuibles al lanzador, evaluando de un modo mucho más justo su aportación al equipo.

¿Es transferible este concepto a los goles encajados por un portero de fútbol? En mi opinión sí.
Podríamos establecer un parámetro llamado gen (goles encajados netos) que nos dijera qué cantidad de goles han sido encajados por el portero, eliminando aquellos que fueran atribuibles más a errores de sus compañeros que a los suyos propios. ¿Es ésto posible? Desde luego. Voy a hacer una breve relación de situaciones en las que el gol encajado no debería ser atribuido al portero:

-                          goles en propia meta (siempre que sean marcados por un jugador distinto al propio portero)
-                          goles de penalty (cuando el penalty ha sido realizado por un jugador distinto al portero)
-                          goles por error clamoroso de un defensa (por ejemplo, una cesión al contrario sin existencia de fuera de juego, dejando “vendido” al portero)
-                          goles de rechace en un compañero (cuando el portero se lanza correctamente hacia la trayectoria del balón, pero éste golpea en un compañero del portero y lo descoloca)
-                          goles concedidos por el árbitro a pesar de que se comprueba “a posteriori” que debían haber sido anulados. Es decir, un gol otorgado por el árbitro sobre un error arbitral propio o de un juez de línea
-                          goles fantasma (el balón no llega a cruzar la línea de gol)

Es claro que hay situaciones en las que el portero poco puede hacer y no es responsable directo de encajar el gol. La situación de gol por penalty no realizado por el portero se podría matizar, pero mi opinión es que siempre en un penalty es el lanzador el que lleva la ventaja y dado que no ha sido el propio portero el que se ha metido en esa situación (provocando el penalty) creo que no es justo atribuirle a él el gol encajado.
La situación del gol concedido por error arbitral “a posteriori” requeriría una unificación de criterios a cargo de la LFP que admitiera que el gol se ha cometido por un error arbitral, asumiendo la legalidad del gol dentro del resultado del partido. Es decir, no provocando mayor efecto que el de modificar una estadística de un portero en particular.

Dicho ésto, ¿cómo quedaría el parámetro z?

Mi propuesta es la siguiente: el nuevo parámetro sería Z y su valor expresaría la media de goles netos encajados por un portero cada 90 minutos, calculado con tres cifras decimales.

Z = gen/(m/90),

donde gen expresaría la cantidad de goles encajados netos, es decir los goles encajados menos todos aquellos que se hayan conseguido dentro de la casuística expresada anteriormente y el número m expresaría la cantidad de minutos jugados por el portero.

¿Qué ventajas presenta Z frente a  z?

            En primer lugar, Z es más justo para los porteros si lo que pretendemos medir realmente es la bondad de un portero bajo los palos. El parámetro z mide algo distinto. Incide mucho más en la bondad de un sistema defensivo global que en la bondad individual del portero. Eso sí, reconoce al portero como la pieza clave de ese sistema, hecho que no siempre es así.
            Z es más preciso que z, al tener más decimales y además normaliza a 90 minutos la media, lo cual homogeniza  el dato calculado.
            A pesar de que se considera el Trofeo zamora como un trofeo individual, en las condiciones actuales es un trofeo que premia más que otra cosa el comportamiento del sistema defensivo de un equipo, personalizándolo en el guardameta. Mi opinión es que, si bien, es valorable como indicador, fracasa totalmente en el aspecto “individualista” del premio y sería conveniente una revisión, si lo que se desea es premiar los esfuerzos “reales” del guardameta en relación con su encaje de goles.

            Otras ligas valoran el hecho de que la portería quede a cero, es decir, que no se encaje ningún gol, pero en este caso la aportación del portero aún queda más oculta tras todos los elementos del sistema defensivo, que sería el verdadero protagonista en esa valoración. Cuando un equipo deja su portería a cero suele ser fruto de muchos factores, pero de forma inequívoca la consecución de ese objetivo se basa en un buen sistema defensivo.

            Para terminar, la sustitución del parámetro z por el Z sólo sería factible en un escenario en el que la LFP asumiera como natural el concepto que mide el parámetro gen y estableciera unas estadísticas oficiales que fueran aceptadas por todos los equipos y por los medios de comunicación (basta un breve wxcursión por la red para ver que cada diario y la LFP tienen estadísticas diferentes, a veces complementarias, pero carentes de definición rigurosa y coherencia global). Sin esos requisitos este artículo no es más que un mero divertimento. Lo que me lleva a preguntarme: ¿si los americanos llevan desde el siglo XIX haciendo ese tipo de estadísticas podemos enfrentarnos al siglo XXI sin siquiera planteárnoslo? Conozco la respuesta, pero obviaré su escritura.

                                                                                              © Francisco García, 2013
                                                                                              © Francisco García, 2013